Las distintas definiciones de fascismo y las características específicas de los regímenes fascistas han sido —y son— objeto de gran controversia, en la que se ha discutido —y se discute— la naturaleza exacta del fascismo y sus rasgos básicos.

La mayoría de académicos coincide en que un régimen fascista es, por encima de todo, una forma de gobierno autoritaria, aunque no todos los regímenes autoritarios sean fascistas. El autoritarismo es, en el fascismo, tan solo una de sus características, de forma que la mayoría de académicos afirman que son necesarios más rasgos identificativos para poder definir un régimen autoritario como fascista.

De forma similar, el fascismo como ideología y como movimiento político es también difícil de definir. Entendido en sentido restringido el fascismo es una ideología y un movimiento político que surgió en Italia en 1919, recién acabada la Gran Guerra, y que alcanzó el poder en ese país en 1922 y lo mantuvo hasta 1943 bajo el mando de Benito Mussolini. Se trató de un movimiento político totalitario enlazado con el corporativismo. Es evidente que si esa definición se limita al fascismo italiano original, el término fascismo tendrá poco sentido fuera de la historia de la política italiana. La mayoría de académicos, por tanto, prefiere usar la palabra fascismo en sentido amplio para referirse a una serie de ideologías y de movimientos políticos con características parecidas que se dieron en prácticamente toda Europa durante el período de entreguerras y cuyo ejemplo más radical no fue paradójicamente el fascismo italiano sino el nacionalsocialismo alemán. Es lo que se ha denominado el fascismo histórico, pero el debate se hace todavía más difícil cuando se intenta aplicar el término fascismo a países no europeos o a momentos distintos que el periodo entreguerras. Para ese propósito, hay que identificar un "mínimo fascista", es decir, las condiciones mínimas indispensables que debe cumplir un movimiento político para poder ser considerado fascista. La mejor forma de hacerlo es considerar cuál ha sido la propia definición de fascismo para diversos autores relevantes, para la mayoría de los cuales es un movimiento político y un tipo de régimen político de carácter totalitario, autoritario, antiliberal, antimarxista y antidemocrático.

El fascismo según los fascistas

Benito Mussolini

Benito Mussolini, Il Duce, de Italia antes de y durante la Segunda Guerra Mundial, firmó una entrada en la Enciclopedia Italiana en 1932 titulada La doctrina del fascismo.[1][2]​ Suele citarse a ese texto como la definición "original" del fascismo italiano, el cual, a su vez, es considerado el fascismo "original". Sin embargo, el valor de las afirmaciones de Mussolini sobre su propio movimiento político es objeto de discusión.

Algunos extractos destacados de una de las traducciones de la Doctrina del fascismo:

Ramiro Ledesma Ramos

El fundador de las JONS, uno de los principales teóricos del fascismo en España, analiza el fascismo en su libro ¿Fascismo en España?

José Antonio Primo de Rivera

José Antonio Primo de Rivera habla del fascismo en el diario ABC el 22 de marzo de 1933, en una carta dirigida a su director Juan Ignacio Luca de Tena: Algunas de sus afirmaciones son las siguientes:

El fascismo según los antifascistas

Franklin D. Roosevelt

Franklin Delano Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos entre 1933 y 1945, en su texto de 1938 Mensaje del Presidente de los Estados Unidos transmitiendo recomendaciones relativas al fortalecimiento y la imposición de las leyes antimonopolio[5]​ describió el fascismo de la forma siguiente:

León Trotski

El revolucionario, político, militar y teórico soviético León Trotski definió al fascismo de la siguiente manera (carta a un camarada británico, luego publicada en The Militant el 16 de enero de 1932):

Definición marxista de fascismo

El Diccionario filosófico, obra soviética a cargo de Mark Moisevich Rosental (1906-1975) y Pavel Fedorovich Iudin (1899-1968), uno de los más difundidos manuales filosóficos, toma su definición de los documentos del XXII Congreso del PCUS:

José Carlos Mariategui

José Carlos Mariategui, por su parte, en sus estudios mostró cómo el fascismo no era una "excepción" italiana o un "cataclismo", sino un fenómeno internacional "posible dentro de la lógica de la historia", del desarrollo de los monopolios en el imperialismo y de su necesidad de derrotar la lucha del proletariado. Mariátegui vio el fascismo como una respuesta del gran capital a una crisis social profunda, como la expresión de que la clase dominante no se siente ya suficientemente defendida por sus instituciones democráticas por lo que culpa ante las masas de todos los males de la patria, al régimen parlamentario y a la lucha revolucionaria, y desata el culto a la violencia y al nuevo orden del estado fascista, concebido como estructura autoritaria vertical de corporaciones. Mariátegui vislumbró cómo el triunfo del fascismo estaba inevitablemente destinado a exasperar la crisis europea y mundial.

El fascismo según los historiadores (y los politólogos)

Como ha señalado el historiador italiano Steven Forti, «entre los historiadores, de hecho, ha habido —y sigue habiendo— un intenso debate sobre la definición misma del concepto de fascismo. [...] Las divergencias aumentan, además, cuando entramos en el análisis de casos concretos, más allá de la Italia de Mussolini o de la Alemania de Hitler. ¿Fueron la Francia del mariscal Pétain, la Hungría de Horthy, el Portugal de Salazar, la España de Franco o la Austria de Dollfuss unos regímenes fascistas? ¿O se trató de unos regímenes más o menos fascistizados o sencillamente autoritarios?». Por este motivo hay historiadores como Enzo Collotti que proponen hablar de facismos, en plural.[9]

Stanley G. Payne

Para definir el fascismo Stanley G. Payne, en su obra de 1980 Fascismo: Comparación y definición,[10][11]​ parte de lo que él llama la «triple negación del fascismo». Las dos primeras, el antiliberalismo y el antisocialismo (singularmente el "antimarxismo"), las comparte con el resto de ideologías y movimientos políticos de la derecha autoritaria (no democrática), por lo que la tercera es la que la distingue al fascismo de esta última: se trata del rechazo de las formas tradicionales de conservadurismo (las basadas en la religión o en la monarquía tradicionales, por ejemplo), ya que el fascismo propugnaba una "Revolución Nacional" que crearía un "Orden Nuevo" y un "Hombre Nuevo".

A estos tres rasgos definitorios y clave del fascismo, Payne añade los siguientes: creación de un estado autoritario; creación y control de un sector económico integrado en el Estado, interclasista y altamente regulado, ya sea llamada corporativista nacional, nacionalsocialista o nacional sindicalista; evaluación positiva y uso de, o disposición a usar, la violencia y la guerra; empeño extremo en el principio masculino y en el dominio masculino, al tiempo que defiende una visión fuertemente orgánica de la sociedad.

Roger Griffin

Roger Griffin pone el énfasis en el aspecto de la retórica popular fascista que reclama un "renacimiento" de la nación y la etnia entremezcladas.[12]​ Según Griffin:

También según Griffin, durante los años 1990 se desarrolló un amplio consenso académico en el ámbito de las ciencias sociales dentro del mundo angloparlante, centrado en la siguiente definición de fascismo:

Griffin afirma que la definición anterior puede condensarse en una sola frase:

La palabra palingenésico se refiere a la noción de renacimiento (en este caso, renacimiento nacional), y tiene un significado similar a los términos "apocalíptico" y "milenario", aunque sin connotaciones religiosas.

Emilio Gentile

Emilio Gentile describe el fascismo como «la sacralización de la política» a través de métodos totalitarios.[16]​ En su libro más reciente Quién es fascista (2019) ha propuesto el siguiente «mapa conceptual» del fascismo configurado por diez elementos:[17]
«Dimensión organizativa
1. Un movimiento de masas, en suma interclasista, pero en el que prevalecen, en los cuadros dirigentes y en la masa de los militantes, jóvenes pertenecientes principalmente a las clases medias, organizados en forma original e inédita de 'partido milicia'. Este... se considera investido de una misión de regeneración nacional, se conceptúa en estado de guerra contra los adversarios políticos y trata de adquirir el monopolio del poder político usando el terror, la táctica parlamentaria y el compromiso con los grupos dirigentes, para crear un nuevo régimen, destruyendo la democracia parlamentaria.

Dimensión cultural
2. Una cultura basada en el pensamiento mítico, en un sentimiento trágico y activista de la vida concebida como manifestación de la voluntad de poder, en el mito de la juventud como artífice de la historia, en la militarización de la política como modelo de vida y de organización colectiva.

3. Una ideología de carácter antiideológica y pragmática, que se declara antimaterialista, antiindividualista, antiliberal, antidemocrática, antimarxista, tendencialmente populista y anticapitalista, expresada estéticamente, más que teóricamente, a través de un nuevo estilo político y a través de los mitos, los ritos y los símbolos de una religión laica, instituida en función del proceso de aculturación, de socialización y de integración fideísta de las masas cuya finalidad es la creación de un 'hombre nuevo'.

4. Una concepción totalitaria de la primacía de la política como experiencia integral y revolución continua, para llevar a cabo —a través del Estado totalitario— la fusión del individuo y de las masas en una unidad orgánica y mística de la nación como comunidad étnica y moral, adoptando medidas de discriminación y de persecución contra quienes son considerados fuera de esta comunidad, por ser enemigos del régimen o porque pertenecen a razas consideradas inferiores o, en cualquier caso, peligrosas para la integridad de la nación.

5. Una ética civil basada en la subordinación absoluta del ciudadano al Estado, en la entrega total del individuo a la comunidad nacional, en la disciplina, en la virilidad, en la camaradería y en el espíritu guerrero.

Dimensión institucional

6. Un aparato policial, que previene, controla y reprime, incluso recurriendo al terror organizado, la disensión y la oposición.

7. Un partido único, que tiene las siguientes funciones: garantizar, a través de una milicia propia, la defensa armada del régimen...; llevar a cabo la selección de nuevos cuadros dirigentes y la formación de la 'aristocracia del mando'; organizar a las masas en el Estado totalitario involucrándose en un proceso pedagógico de movilización permanente, emocional y fideísta; operar en el interior del régimen como órgano de la 'revolución continua' en pro de la permanente actuación del Estado totalitario en las instituciones, en la sociedad, en la mentalidad y en las costumbres.

8. Un sistema político basado en la simbiosis entre régimen y Estado, ordenado según una jerarquía de funciones, nombrada desde lo alto y que culmina en la figura del 'jefe', investido de sacralidad carismática...

9. Una organización corporativa de la economía, que suprime la libertad sindical, amplía la esfera de intervención del Estado y trata de llevar a cabo, según principios tecnocráticos y solidaristas, la colaboración de las clases productivas bajo el control del régimen, para la consecución de sus finalidades de potencia, pero preservando la propiedad privada y la división de clases.

10. Un política exterior inspirada por la búsqueda de la potencia y de la grandeza nacionales, con objetivos de expansión imperialista y con vistas a la creación de una nueva civilización.»

Robert Paxton

Robert Paxton, profesor emérito de la Universidad de Columbia, define el fascismo en su libro Anatomía del fascismo como:

En el mismo libro, Paxton también sostiene que los cimientos del fascismo se encuentran en un conjunto de "pasiones movilizadoras" más que en una doctrina elaborada. Sostiene que estas pasiones pueden explicar gran parte del comportamiento de los fascistas:

  • una sensación de crisis abrumadora más allá del alcance de cualquier solución tradicional.
  • la primacía del grupo, frente al cual se tienen deberes superiores a todo derecho, individual o universal, y la subordinación del individuo a él.
  • la creencia de que el propio grupo es una víctima, un sentimiento que justifica cualquier acción, sin límites legales o morales, contra sus enemigos, tanto internos como externos.
  • temor al declive del grupo bajo los efectos corrosivos del liberalismo individualista, el conflicto de clases y las influencias ajenas.
  • la necesidad de una integración más estrecha de una comunidad más pura, por consentimiento si es posible, o por violencia excluyente si es necesario.
  • la necesidad de autoridad por parte de jefes naturales (siempre varones), que culmina en un cacique nacional que es el único capaz de encarnar el destino histórico del grupo.
  • la superioridad de los instintos del líder sobre la razón abstracta y universal.
  • la belleza de la violencia y la eficacia de la voluntad, cuando se dedican al éxito del grupo.
  • el derecho del pueblo elegido a dominar a otros sin restricción de ningún tipo de ley humana o divina, siendo el derecho decidido por el único criterio de la destreza del grupo dentro de una lucha darwiniana.

Kevin Passmore

La definición del fascismo de Kevin Passmore —profesor de historia en la Universidad de Cardiff— en su libro de divulgación de 2002 "Fascism: A Very Short Introduction".[19]​ desciende directamente de la visión presentada por Ernesto Laclau, y también está informada por un deseo de ajustarse a lo que él cree que son deficiencias en los análisis marxistas, weberianos y otros del fascismo:

Norberto Bobbio

El politólogo italiano Norberto Bobbio ha propuesto la siguiente definición del fascismo:[20]

Steven Forti

El historiador italiano Steven Forti, tras hacer un repaso de las diferentes definiciones que se han propuesto del fascismo, considera como «las características principales del fascismo» las siguientes:[21]

Matthew Lyons

El historiador Matthew Lyons, en su artículo What is fascism?, describe al fascismo como:

Fascismo según intelectuales

Umberto Eco

En 1995 el semiólogo italiano Umberto Eco pronunció una conferencia en Estados Unidos titulada Eternal Fascism, en la que planteaba el concepto de Ur-Fascismo o «fascismo eterno». Eco habló ante un público de estudiantes norteamericanos un 25 de abril, el día de la liberación de Italia del nazifascismo, y pocos días después de que Estados Unidos hubiera sufrido el atentado de Oklahoma City. Asimismo el año anterior había llegado al poder en Italia Silvio Berlusconi que había abierto las puertas al neofascista Movimiento Social Italiano a punto de transformarse en la posfascista Alianza Nacional. Este contexto es el que explicaría que Eco considerara que el fascismo no era un fenómeno político circunscrito al período de entreguerras, y derrotado en 1945, sino que era un hecho «ahistórico», «eterno».[23]​ Así, Eco enumeró catorce características generales del fascismo eterno. Según él, la presencia de al menos una de ellas sería suficiente para crear «una nebulosa fascista».[24]

  1. «El Culto a la Tradición», caracterizado por el sincretismo cultural, incluso a riesgo de contradicciones internas. Cuando toda la verdad ya ha sido revelada por la Tradición, no puede ocurrir ningún nuevo aprendizaje, solo mayor interpretación y refinamiento.
  2. «El rechazo del modernismo», que ve el desarrollo racionalista de la cultura occidental desde la Ilustración como un descenso a la depravación. Eco distingue esto de un rechazo al avance tecnológico superficial, ya que muchos regímenes fascistas citan su potencia industrial como prueba de la vitalidad de su sistema.
  3. «El culto de la acción por el bien de la acción», que dicta que la acción es valiosa en sí misma y debe tomarse sin reflexión intelectual. Esto, dice Eco, está relacionado con el antiintelectualismo y el irracionalismo, y a menudo se manifiesta en ataques a la cultura y la ciencia modernas.
  4. «El desacuerdo es traición». El fascismo devalúa el discurso intelectual y el razonamiento crítico como barreras para la acción, así como por temor a que tal análisis exponga las contradicciones encarnadas en una fe sincrética.
  5. «Miedo a la diferencia», que el fascismo busca explotar y exacerbar, a menudo en forma de racismo o un llamamiento contra extranjeros e inmigrantes.
  6. «Apelación a una clase media frustrada», por temor a la presión económica de las demandas y aspiraciones de los grupos sociales más bajos.
  7. «Obsesión con una conspiración» y la exageración de una amenaza enemiga. Esto a menudo combina una apelación a la xenofobia con el miedo a la deslealtad y al sabotaje de los grupos marginados que viven dentro de la sociedad (como el 'miedo' de la élite alemana a los negocios y las buenas obras de la población judía de la década de 1930). Eco también cita el libro de Pat Robertson The New World Order como un ejemplo destacado de una obsesión por el complot.
  8. Las sociedades fascistas consideran retóricamente a sus enemigos como «al mismo tiempo demasiado fuertes y demasiado débiles». Por un lado, los fascistas aprovechan el poder de ciertas élites desfavorecidas para alentar en sus seguidores un sentimiento de agravio y humillación. Por otro lado, los líderes fascistas señalan la decadencia de esas élites como prueba de su última debilidad ante una abrumadora voluntad popular.
  9. «El pacifismo es traficar con el enemigo» porque «la vida es una guerra permanente»; siempre debe haber un enemigo contra el que luchar. Tanto la Alemania nazi bajo Hitler como la Italia fascista bajo Mussolini trabajaron primero para organizar y limpiar sus respectivos países y luego construir las máquinas de guerra que más tarde pretendieron y usaron, a pesar de que Alemania estaba bajo las restricciones del tratado de Versalles para no construir una fuerza militar. Este principio conduce a una contradicción fundamental dentro del fascismo: la incompatibilidad del triunfo final con la guerra perpetua.
  10. «Desprecio por los débiles», incómodamente casado con un elitismo popular chovinista, en el que cada miembro de la sociedad es superior a los forasteros en virtud de pertenecer al intragrupo. Eco ve en estas actitudes la raíz de una profunda tensión en la estructura fundamentalmente jerárquica de los sistemas políticos fascistas, que alientan a los líderes a despreciar a sus subordinados, hasta llegar al Líder supremo que desprecia a todo el país por haberle permitido tomarlo por la fuerza.
  11. «Todo el mundo está educado para convertirse en héroe», lo que lleva a abrazar un culto a la muerte. Como observa Eco, «[el] héroe ur-fascista está impaciente por morir. En su impaciencia, envía con más frecuencia a otras personas a la muerte».
  12. «Machismo», que sublima el difícil trabajo de la guerra permanente y el heroísmo en la esfera sexual. Así, los fascistas tienen «tanto desdén por las mujeres como intolerancia y condena de los hábitos sexuales no estándar, desde la castidad hasta la homosexualidad».
  13. «Populismo selectivo». El pueblo, concebido de manera monolítica, tiene una "Voluntad Común", distinta y superior al punto de vista de cualquier individuo. Como ninguna masa de gente puede llegar a ser verdaderamente unánime, el Líder se presenta como el intérprete de la voluntad popular (aunque realmente la dicta). Los fascistas utilizan este concepto para deslegitimar las instituciones democráticas que acusan de «no representar más la Voz del Pueblo».
  14. «Neolengua»: el fascismo emplea y promueve un vocabulario empobrecido para limitar el razonamiento crítico.

El libro de Eco Il fascismo eterno se volvió a publicar en 2017, un año después de su muerte, y en seguida fue traducido a otros idiomas (en español en 2018 con el título Contra el fascismo). Su propuesta del «fascismo eterno» tuvo una gran repercusión entre las izquierdas que, en contra de lo sostenido por la inmensa mayoría de los historiadores, asumieron la tesis de que el fascismo habría seguido existiendo tras su derrota en 1945. Fue el caso, por ejemplo, del filósofo norteamericano Jason Stanley.[25]

Tal vez el historiador que se ha mostrado más crítico con la tesis del «fascismo eterno» ha sido el italiano Emilio Gentile. Según Gentile, «no podemos prescindir del fascismo histórico para definir quién es fascista o usar el término "fascista" para movimientos políticos que no presentan en absoluto sus características peculiares, o incluso tienen características opuestas al fascismo histórico» («partido milicia, régimen totalitario, religión política, regimentación de la población, militarismo integral, preparación belicosa a la expansión imperial»).[26]

Jason Stanley

Siguiendo la estela de Umberto Eco, el filósofo norteamericano Jason Stanley ha definido el fascismo como «el ultranacionalismo de distinto tipo (étnico, religioso, cultural), en el que la figura de un líder autoritario representa a la nación y habla por ella». En su libro Facha: cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida (título de la edición en español publicada en 2019) analizaba los casos de Rusia, Hungría, Polonia, India, Turquía y Estados Unidos en los se estaba aplicando la «política fascista», es decir, «las tácticas fascistas, como mecanismo para obtener el poder»: «el pasado mítico, la propaganda, el antiintelectualismo, la irrealidad, la jerarquía, el victimismo, el orden público, la ansiedad sexual, el llamamiento al espíritu de la nación y el desmantelamiento del Estado de bienestar y la unidad».[25]

Fascismo según la RAE

La Real Academia Española define al fascismo como:

"Fascista" como insulto

Desde la Segunda Guerra Mundial, debido a sus connotaciones negativas y a la indefición de la ideología, los términos "fascista", "facha", "facho" y similares han sido utilizados coloquialmente como insultos hacia personas o grupos percibidos como autoritarios, reaccionarios o intolerantes, tales como Ronald Reagan o Donald Trump, o hacia rivales políticos en un intento de desprestigiarles, hasta tal punto que varios autores han argumentado que el término ha perdido toda o casi toda su utilidad. Así, ya en 1944, George Orwell afirmaba que:

Entre los autores que comparten esta visión se encuentran entre otros Steven Forti, Stanley Payne, Emilio Gentile o Roger Griffin, quien afirmaba que «el término fascismo sufrió una inflación semántica y, cuanto más lo usaba la gente, su valor como concepto se devaluaba más, como una divisa sin valor»[30]​. Es decir, se ha producido una banalización del término. No obstante, la creencia en esta banalización como tópico puede llevar a una incapacidad o reticencia de identificar a tiempo a los movimientos fascistas modernos como tal, en la medida en la que exista alguna diferencia con el fascismo original.[31]​ Robert Paxton, por ejemplo, se negó a denominar fascista a Donald Trump hasta el asalto al Capitolio de los Estados Unidos de 2021, que le hizo cambiar de opinión.[32]

Véase también

  • Corporativismo

Referencias

Bibliografía

  • Forti, Steven (2021). Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla. Prólogo de Enric Juliana. Madrid: Siglo XXI. ISBN 978-84-323-2030-9.Forti, Steven&rft.aufirst=Steven&rft.aulast=Forti&rft.btitle=Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla&rft.date=2021&rft.genre=book&rft.isbn=978-84-323-2030-9&rft.place=Madrid&rft.pub=Siglo XXI&rft_val_fmt=info:ofi/fmt:kev:mtx:book"> 
  • Gentile, Emilio (2019). Quién es fascista [Chi é fascista]. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 978-84-9181-590-7.Gentile, Emilio&rft.aufirst=Emilio&rft.aulast=Gentile&rft.btitle=Quién es fascista&rft.date=2019&rft.genre=book&rft.isbn=978-84-9181-590-7&rft.place=Madrid&rft.pub=Alianza Editorial&rft_val_fmt=info:ofi/fmt:kev:mtx:book"> 

Enlaces externos

  • ¿Qué es el fascismo?, por Javier García en Bolpress.
  • Qué es el fascismo y cómo combatirlo (definiciones marxista y socialdemócrata del fascismo).
  • Umberto Eco. UR-FASCISM. The New York Review of Books. June 22, 1995. Archivado el 4 de marzo de 2016 en Wayback Machine. Catorce síntomas del fascismo.

¿Qué es el fascismo?

¿Qué es el Fascismo? by Gabriel Quintana on Prezi

Definición de fascismo

Origen y significado de «fascismo»

Que es el FASCISMO y cuales son sus CARACTERÍSTICAS • Que IDEAS